Su sonrisa es de estrellas y en sus ojos guarda un brillo de inteligencia y seducción, como no enamorarse de eso, no me pueden culpar cuando su cabello largo y negro de ébano como de cuento te invitan a la imaginación … se presenta con su aire de sencillez e inocencia, ese aire de sencillez que te dice “todo va a estar bien” y lo acompaña de miradas de complicidad e indecisión que dan la ultima estocada a aquello que llamas sensatez … el día que la conocí con su pelo recogido iluminada por el brillo de la mañana de un domingo cualquiera, es en ese momento en que supe lo especial que esa mujer iba a ser en mi vida, quisiera que ella supiera lo especial que se volvió en mi vida. Y es que Dios me dio otra vez la muestra de su infinita gloria posada sobre ella, me regalo a cuenta gotas “Te quiero” arrancados de sus labios, labios que nunca fueron míos, tan solo fueron prestados… ¡Salve Dios misericordioso!
Y bien, dicen que los hombres le hablamos a la belleza y ahora sin musa, solo queda una cosa por decir, que esto aun no termina, ella dijo lo que tenía que decir y a mí solo me queda gastar otro mísero adiós, no un adiós definitivo, ni un adiós desgarrador de cine francés, no otro capricho ni otro arrojo que para eso ya estoy bastante grandecito, es más bien un adiós de triste indiferencia, un adiós de buena suerte, de gracias por participar, no sé si la culpa fue mía, o si simplemente no era el momento adecuado, y con esto me refiero a otras cosas, las cuales tienen que pasar para que nuestros destinos se vuelva a encontrar o tal vez nunca lo hagan, y si así fuera solo por esta vez, le achacare al destino mi fracaso, esa mediocre frase de “por algo pasan las cosas” será mi consuelo, mi mediocre justificación, mi puerta de salida … y la culminación de este acto mio en el estelar de tu vida.
Para J.
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