Para mi admiradora predilecta.
Es en los momentos de desesperación y tristeza
cuando alguien puede llegar a vislumbrar su verdadera
naturaleza
no solo en los actos de valor y el coraje
sino también en la modestia y en la humildad
donde uno encuentra todo eso que lo hace ser hombre
humano.
Humano
no solo por imaginar los más dulces recuerdos de tu
presencia
si no por tejer las más oscuras y perversas pesadillas de
tu ausencia
Sé que es difícil entenderme, o más bien, es difícil entendernos
a nosotros, como especie, como hombre y mujer
como compañeros, son tantas las cicatrices que supuran en
mi alma
como el bagaje de culpa que arrastra la tuya.
Y es que así, una felicidad a cuesta de sufrimiento
¿así lo decidieron
los dioses?, ¿la sociedad?
¿Fueron nuestros propios demonios los que nos separaron
tanto?
¿Fue el destino quién decidió reunirnos nuevamente?
O son solo mis insomnios en una realidad apacible y
certera
estas constantes ideas de amor y desamor
que tanto romanticismo me he traído a cuestas
como a muchos otros antes de mí.
Y yo, como muchos antes de ti,
he caído preso de tu sensualidad y sencillez
de tu carisma y de esa sonrisa humilde
y digo humilde por que como cualquier mujer
esbozas tu sonrisa ocultando un pasado que ya no es
y brillas en los ojos sobre un futuro que no sabes si será.
Nos tenemos a notros y nos tenemos prometidos
Como cualquier mortal, sin seguros, ni pagares, ni
contratos
Nos tenemos solos y nos tenemos juntos
Y solo eso debería de importar.
Es más de media noche y todo ha terminado
abres la puerta con la soltura y gracia que te caracteriza
y yo sonrió, como si nada hubiera pasado
has llegado a casa.
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